Las fuerzas de seguridad tomaron la plaza del Centro de Congreso en la ciudad de los dos patrimonios

Don Pero, 17/02/2018.

Un gran despliegue policial rodeó la plaza del Centro de Congresos en la ciudad de Elche. Las Fuerzas de Seguridad que molestaron el sábado a los ilicitanos protegían un acto «político nacional»

El cordón policial, que trató a la ciudadanía como malhechores, acordonó la plaza del centro de Congresos para reunir, entre otros, al linaje de los cuarenta ladrones y provocar a un Alí Babá que vive en un pequeño pueblo de palmeras y que se dedica a trabajar duro para vender a los mercaderes.

Naturalmente, un día que Alí Babá se disponía a adentrarse en su lugar de trabajo, escuchó a lo lejos el relinchar de unos caballos y temiendo que fueran ladrones de otro poblado que venían, con buenas palabras, a interesarse por el capital del pueblo.

Alí Babá cruzó las inmediaciones del bosque y llegó a la parte más alta del palmeral, una vez allí dejó de escuchar a los caballos, y siguió escondido. Pero cuando vio que el sol se ocultaba bajo las montañas, se acordó que tenía que hacer pares para llevarlos al poblado. Así que bajó de su atalaya y mientras se deslizaba por la ladera la tierra tembló y Alí Babá dio un traspié resbalando varios metros abajo hasta golpearse con una roca y perder el conocimiento. Mientras, en la lejanía, pudo escuchar… Ábrete Sésamo.

  • Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquéllos al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general.  

Cuando despertó de su letargo ya amanecía. Alí Babá estaba mareado y no sabía muy bien donde se encontraba, pero observó a su alrededor y descubrió una gran cueva.

Se levantó como pudo y escuchó un eco que decía: ¡democracia! ¡Democracia! En ese preciso instante y junto a sus pies halló un pequeño librito en el que se leía:

  • Se reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses. La ley que regula el ejercicio de este derecho establecerá las garantías precisas para asegurar el mantenimiento de los servicios esenciales de la comunidad.

Al cabo de un rato Alí Babá se acercó al hueco de la montaña pero cuando se disponía a entrar en la cueva escuchó voces en el interior y tuvo que esconderse de nuevo entre las ramas de unos arbustos.

Los cuarenta hombres salieron del interior y empezaron a descargar los sacos que llevaban, uno a uno fueron entrando en la cueva, mientras Alí Babá seguía leyendo el librito hallado… Se reconoce y protegen los derechos:

  • A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción.

Entonces Alí Babá decidió, libre y democráticamente, acercarse hasta la puerta de la cueva para ver lo que ocurría, pero unos soldados uniformados le impidieron el paso ordenándole que se alejara de allí rápidamente.

Alí Babá aceptó la orden sin rechistar pero se sintió humillado, maltratado y como si fuera un malhechor, pues lo habían echado de su plaza, lo que le llevó a seguir leyendo el librito encontrado, cuando de repente descubrió:

  • El estado de sitio será declarado por la mayoría absoluta del Congreso de los Diputados, a propuesta exclusiva del Gobierno. El Congreso determinará su ámbito territorial, duración y condiciones.

Entonces Alí Babá que seguía mirando, desde la distancia, consiguió ver al hombre que entraba el último. Era el más alto de todos y llevaba un saco gigantesco atado con cuerdas a los hombros. Pero al pasar junto a las piedras que se encontraban en la entrada de ellas le hizo tropezar y el misterioso hombre resbaló y su fardo se abrió en el suelo, lo que permitió a Alí Babá descubrir su contenido. Miles de monedas de oro que relucían como estrellas se vieron por el suelo, joyas de todos los colores, estatuas de plata, algún que otro collar y, cómo no también, algunos bolsos de butrón… ¡Era un botín de ladrón! Eran ni más ni menos que ¡Cuarenta ladrones! El hombre recogió todo lo que se había desperdigado por el suelo y entró apresurado a la cueva. Pasado el tiempo y cuando todos hubieron salido, uno de ellos dijo: ¡Ciérrate Sésamo!